Lina Espinosa
 

 
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Juego de Mente

1995 - 1997

"El problema ya no es saber si un cuadro aguanta, por ejemplo, en un campo de trigo, sino si aguanta al lado de un periódico de cada día, abierto o cerrado, que es una jungla", esta frase de Bretón, citado por Regis Debray, nos ubica en la inquietud fundamental que ofrece la exposición de Lina Espinosa; Sin duda en los últimos años hemos entrado en otra era de la imagen. Es claro que esta época de la imagen computarizada, de la imagen reproducida y a distancia cambia nuestro imaginario visual. Hoy tales recursos legitiman lo real, las cosas existen, adquieren verosimilitud, en tanto que las vemos en los medios. Algunos sucesos se hacen para ser televisados, la televisión no aparece a posteriori sino es la premisa y fundamento sobre el cual se generan los hechos. Ello ya implica un condicionamiento profundo, casi podría afirmarse que esta mediación de la imagen electrónica termina por inventar lo real (algunos sostienen que la Guerra del Golfo no existió, fue un hecho televisivo). Es pues inocultable la presencia de la imagen electrónica en la manera como nos relacionamos y construímos lo real. 


Frente a ello se abren diversas opciones en la forma como este fenómeno apremia e interroga al arte. Por un lado se puede ignorar o reprimir su presencia, gesto inútil e inoficioso. Por el otro, se puede optar por una aceptación pasiva de sus códigos y lógica operativa lo cual conduce al adormecimiento de la poética plástica y visual. "lo que nos hace ver el mundo es también lo que nos impide verlo", señala el propio de Debray en su libro "Vida y muerte de la imagen". Una salida menos maniquea asume el fenómeno en su incuestionable presencia pero lo enfrenta reflexiva y creativamente. Algo así como un ceder resistiendo, abrirse a lo que nos constituye, o sea fhir desde y con la video-esfera, con la telépolis, pero desplazándola y resemantizándoia para defender el ámbito del pensamiento artístico. Se asume el desafío de la tecno-imagen como aquello que necesariamente redefine al arte como ya en su momento lo hicieran la fotografía y el cine. En tal caso ya no estamos en una retirada nostálgica, ni en una asimilación acrítica, sino en una reflexión que ya no piensa derrotistamente en el fin del arte sino en su replanteo y en la búsqueda de una poética visual más atenta al acontecer temporal. 

Es en este punto donde se vislumbra el mérito del trabajo de Lina Espinosa, éste es receptivo al fin de la originalidad, a la reproducción seriada, a la imagen ya hecha, para desde allí desmarcarse hacia una imagen que no renuncia a la alteridad, a la diferencia y a la permanencia relativa que posee toda imagen con pretensiones artísticas. Por ello en sus imágenes se citan amistosamente lo mediato con lo inmediato, lo superfluo con lo profundo, lo ordinario con lo extra-ordinario, lo fugaz con lo permanente. Lo lejano se acerca y lo cercano se aleja en una extraña alianza entre opuestos. De allí la hermosa incomodidad que producen sus trabajos, ellos contienen toda suerte de iconografía, mucha de ella bien reconocible pero enrarecida en su traslado al contexto de la obra. Allí se descarga de sus usos oficiales para recargarse significativamente. En su nuevo contexto y combinatoria cada imagen adquiere el alma que sólo el niño advierte pues contrae con objetos e imágenes una relación no instrumental. Es esa renovación de vida la que nos convoca a ejercer una lectura menos distraída y más detenida pues sospechamos -como el niño- que las cosas están dotadas de esa extraña distancia que posee lo misterioso. 

Un sobrio diálogo de recortes de papel, dibujos, gestualidad, pintura e imágenes encontradas caracteriza la exposición. Las imágenes recurren a la repetición, la fragmentación y la yuxtaposición de una variada iconografía. Cada imagen en particular y el conjunto de ellas como totalidad mantienen una clara tensión entre lo idéntico y lo diferente. Algunas se muestran claramente semejantes, incluso repiten los mismos motivos, pero siempre hay algo distinto, algo que marca la singularidad, ya sea la combinatoria de imágenes, ya sea el tratamiento colorístico. Cuando una imagen se repite en distintos colores alcanza un efecto hipnótico que desacomoda la percepción ordinaria. Esa semejanza desemejante, esa repetición que no repite, define uno de los tonos generales de la exposición. Tras esa estrategia de orden perceptivo siempre estamos experimentando algo familiar pero contaminado de algo mas. En otros casos la sutil diferencia radica en los distintos acercamientos espaciales y temporales, en un caso las imágenes se disponen con distinta profundidad espacial, ese velar y desvelar trae consigo efectos de sentido, así como los traen las rupturas de las telas y el desigual tratamiento de los soportes. En otras imágenes se insinúa una evolución temporal hilvanando una especie de relato en el tiempo con respecto al motivo o tema. 

La diferencia con la superposición y repetición propia del mundo comunicacional contemporáneo está en que las imágenes en este caso traen consigo relaciones y asociaciones secretas, nos vemos 

L.E.